Justo Pérez París, director y fundador de la revista Encomienda Mayor de Castilla nos ha dejado hoy tras una larga enfermedad, en su caso, larguísima… Justo padecía ELA al menos desde el año 1985 que sepamos… Fue entonces cuando los síntomas empezaron a hacerse más visibles. En aquellas fechas y aún hoy, el desenlace de una ELA no era otro que una muerte segura en unos pocos años (entre 3 y 5 de media). Si ya de por sí eso es terrible, había algo aún peor, y era la completa seguridad de que ese fatal desenlace llegaría tras sufrir una dolorosa y paulatina pérdida de todas las capacidades físicas, desde el movimiento de brazos y piernas, pasando por la capacidad de comer y la propia respiración. Todo esto provoca una serie de complicaciones secundarias aún más graves, que convierten la evolución de la enfermedad en una sesión interminable de tortura para pacientes y familiares.
Sin embargo, lejos de hundirse, ensimismarse o caer en una profunda depresión más que justificada, Justo decidió luchar sin tregua. Primero continuó trabajando durante muchos años más en la empresa de Artes Gráficas que él mismo fundó, haciéndolo en unas condiciones que ni los mismos médicos que le recomendaban retirarse por invalidez total podían creer.
Cuando ya finalmente no pudo continuar en activo por no ser capaz literalmente, ni de caminar, ni de manejar los brazos por sí mismo, decidió fundar en su pueblo natal, en Villarejo de Salvanés, la revista Encomienda Mayor de Castilla. Los comienzos fueron tan humildes como decididos, pero el éxito llegó pronto. Con el apoyo de numerosísimas empresas y colaboradores, la revista Encomienda en papel se convirtió en un documento histórico y divulgativo de primer orden, siendo la crónica de lo que aconteció en Villarejo durante varias décadas apasionantes (1996-2019). No sólo información de actualidad, la cultura, los deportes, sino la propia historia y las tradiciones de nuestro pueblo se dieron a conocer y llegaron a todos los rincones como quizás nunca se hizo.
Aunque no disponía de sus manos, Justo coordinó y diseñó él mismo todas y cada una de las revistas mensuales de Encomienda (en total 275), cada una de las decenas de miles de páginas que se publicaron en esos 23 años. Lo consiguió con un dispositivo infrarrojo que capturaba los leves movimientos de su mirada. Algo concebido para el manejo simple del ordenador de personas discapacitadas, pero nunca para afrontar un proyecto de semejante calibre. Aún hoy para nosotros, la propia familia, sigue siendo un misterio, algo inédito y continúa sorprendiendo con mucha razón, a propios y extraños. Como colofón a esta trayectoria, Justo publica en 2019 el libro “Fotos para la Historia”, un compendio extraordinario de todas las fotos antiguas publicadas en la revista durante esos 23 años, en una edición tan exitosa que prácticamente desapareció nada más ofrecerla al público.
Durante toda su vida, pero en especial durante el tiempo que duró su enfermedad las aportaciones de Justo a la vida cultural, religiosa y deportiva del pueblo fueron innumerables. Probablemente muchos no saben que fue la persona que hizo posible que el Real Madrid C.F. “C” visitara nuestro pueblo en un encuentro benéfico ante su equipo del alma, el CD Villarejo, en el Municipal Justo Díaz. Entre las múltiples facetas de Justo también estuvo la música religiosa. Antes incluso de su enfermedad Justo compuso misas completas y aún hoy se sigue cantando en muchas celebraciones de nuestro pueblo el “Santo de Justo”. Resulta del todo imposible resumir aquí la larga lista de homenajes y reconocimientos que se le hicieron en vida, y no sólo en Villarejo. Por resaltar sólo algunos de los más emotivos, Justo fue pregonero de las fiestas de Villarejo de Salvanés y de las de Fuentidueña.
En una época muy dura en que la ELA apenas era conocida por los médicos y era mucho menos por la gente no sanitaria, Justo superó las fronteras de Villarejo, y luchó incansablemente por el reconocimiento de la enfermedad y la consolidación de ADELA (Asociación Española de ELA), llegando a reunirse con personalidades como la Reina Sofía, el científico Stephen Hawking o visitando la Moncloa. Su condición de enfermo de ELA singular, con una longevidad absolutamente fuera de lo común, siempre despertó el interés de toda la comunidad ELA, no solo la española.
Debido a todas estas circunstancias y a una vida inusualmente activa para alguien con una enfermedad mortal y tan limitante como la ELA, Justo se convirtió en un ejemplo de superación personal, y muchas personas que estaban pasando dificultades se fijaban en él. Pero no consiguió todo esto solo. Detrás siempre tuvo a su familia que lo acompañó decididamente en este viaje, y en especial a su mujer, Fini, quien, desde la sombra, pero desde el primer momento fue su muleta, su apoyo, su faro, su sentido… Fue el AMOR con mayúsculas. Ese concepto de amor, muchas veces no entendible, el mismo amor del que habla Jesús en los Evangelios, no debe andar muy lejos del que hemos presenciado en nuestro hogar. Desde luego, el legado que Justo deja, lo hace gracias a ella, y los 40 años de ELA de Justo no tienen explicación científica alguna sin Fini en la ecuación.
Hoy Justo descansa en paz con la satisfacción de haber pasado por el mundo intentando hacer de él un sitio mejor, y nosotros le dejamos ir con la certeza de que lo consiguió.